Sor Juana la escribió ese poema de
una rosa, pero el mensaje aplique también al cuerpo humano. Mientras vivimos,
con juventud y salud, nunca tenemos que pensar en nuestros cuerpos. Todo
funciona sin esfuerza por nuestra parte. Comemos, andamos, respiramos- y sigue
la engaña que somos inmortales.
Estoy estudiando para ser enfermera,
y para una clase, tuve que mirar la película “Wit.” Basado en una obra de
teatro, la película cuenta la historia de una profesora de literatura que está
muriendo de cáncer. Había sido una mujer estricta, orgullosa, y muy
intelectual. Durante del curso de su enfermedad, todo eso desaparece.
En esta escena, ella está en los
últimos días de su vida. Ocho meses de quimioterapia han fallados, y no hay más
que los médicos pueden hacer. Sus padres son muertos y no tiene hermanos ni
esposo ni hijos. Ella está como una niña- sola, y con mucho dolor. En ese
momento, ella recibe una visita de su vieja profesora de literatura. Míre la
escena aquí:
Esa escena me parecía a mí muy
poderosa. Vemos a dos profesoras de literatura, ambas destacadas y distinguidas
por sus intelectos, buscando Dios y encontrando consuelo en “Runaway Bunny,” una
sencilla cuenta para niños. Esa no podría haber ocurrido mientras seguía la
engaña de la inmortalidad. Solo es posible en el sincero y humilde intimidad de
la muerte.
Me recordó de lo que hablamos en el
primero día de clase mientras discutimos del
decimotercero Artículo de Fe. A veces, hay cosas iluminantes y
edificantes que no son “bellos.” La muerte y en especial la muerte prolongada y
dolorosa, no es bella. Pero lo que aprendemos al fin de la vida: la bondad
humana, la resistencia del alma, y el consuelo de saber que Dios siempre quiere
que estaremos con Él, es verdaderamente bello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario