miércoles, 16 de enero de 2013

Lecciones de la Muerte

“…viviendo engañas y muriendo enseñas!” (Sor Juana Inés de la Cruz, “A una rosa,” línea 14)

Sor Juana la escribió ese poema de una rosa, pero el mensaje aplique también al cuerpo humano. Mientras vivimos, con juventud y salud, nunca tenemos que pensar en nuestros cuerpos. Todo funciona sin esfuerza por nuestra parte. Comemos, andamos, respiramos- y sigue la engaña que somos inmortales.

Estoy estudiando para ser enfermera, y para una clase, tuve que mirar la película “Wit.” Basado en una obra de teatro, la película cuenta la historia de una profesora de literatura que está muriendo de cáncer. Había sido una mujer estricta, orgullosa, y muy intelectual. Durante del curso de su enfermedad, todo eso desaparece.

En esta escena, ella está en los últimos días de su vida. Ocho meses de quimioterapia han fallados, y no hay más que los médicos pueden hacer. Sus padres son muertos y no tiene hermanos ni esposo ni hijos. Ella está como una niña- sola, y con mucho dolor. En ese momento, ella recibe una visita de su vieja profesora de literatura. Míre la escena aquí:



Esa escena me parecía a mí muy poderosa. Vemos a dos profesoras de literatura, ambas destacadas y distinguidas por sus intelectos, buscando Dios y encontrando consuelo en “Runaway Bunny,” una sencilla cuenta para niños. Esa no podría haber ocurrido mientras seguía la engaña de la inmortalidad. Solo es posible en el sincero y humilde intimidad de la muerte.

Me recordó de lo que hablamos en el primero día de clase mientras discutimos del  decimotercero Artículo de Fe. A veces, hay cosas iluminantes y edificantes que no son “bellos.” La muerte y en especial la muerte prolongada y dolorosa, no es bella. Pero lo que aprendemos al fin de la vida: la bondad humana, la resistencia del alma, y el consuelo de saber que Dios siempre quiere que estaremos con Él, es verdaderamente bello.

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